sábado, 3 de septiembre de 2011

Hospitalización recurrente de niños menores de cinco años. Eficacia de las estrategias infantiles en el intento de superación de una ausencia primordial


Hace ya unos años, en los primeros días de agosto del 2001, debí internar a mi hija, de cinco años, repentinamente, en el  Hospital General de Agudos Donación Francisco Santojanni,  de la Ciudad de Buenos Aires, con una crisis de broncoespasmo, resultado, entre otras cuestiones, del tremendo stress económico que padecíamos en aquel momento. Yo, debí internarme con ella durante quince días. Mientras tanto pude observar una situación desconocida por mí hasta entonces:
En la cama contigua a la mía, un bebé, de aproximadamente diez meses (que, en adelante llamaré Matías), era la tercera vez que ingresaba el servicio de internación pediátrica durante ese  año, en esa oportunidad con un cuadro de gastroenteritis.
Luego, conversando con diferentes personas de la sala, parecía ser que resultaba  frecuente observar, en  dicho hospital el reiterado re- ingreso a internación de niños muy pequeños, menores de cinco años, con patologías no demasiado graves, pero  que  requieren cuidados intensivos.
Matías, por lo tanto, resultaba ser tan sólo uno de los tantos niños pequeños que, eran, (y tal vez son) internados en reiteradas ocasiones  durante el mismo año, con diferentes malestares, fundamentalmente, gastrointestinales y respiratorios.  Auque se podría pensar que, una internación, es una situación estresante para cualquier familia, paradójicamente, en estos casos  los niños, y sus madres ( las cuales  adoptan una actitud pasiva y conforme),  parecen manifiestar cierto estado de  bienestar en este proceso.
El personal del hospital  explica esta situación como "algo normal que sucede".
Silvia, enfermera pediátrica, quince años de profesión en dicho  hospital, explicaba que "estos chicos harán cualquier cosa por volver al hospital, buscan enfermarse,  acá están bien, tienen las cuatro comidas, agua caliente, la atención de su madre, juguetes"
Me sintetiza el caso del niño en cuestión: diez meses, casi once, madre muy joven, de veintidos años, trabaja, generalmente,  hasta tarde, no tiene pareja estable, sale a bailar con sus amigas. El niño es atendido algunas veces por su madre, otras por su tía, otras por una vecina.
"En  el hospital, no obstante, durante su internación, debe ser su mamá (así son las normas de internación)  quien debe hacerse cargo de su cuidado".  (según Silvia). La enfermera no tiene dudas, el bebé, obtiene "ciertas ventajas" de su enfermedad.
Matías no sólo obtiene   un contexto de cuidados ....sino a su vez,   límites, un contexto de situaciones posibles y no posibles. Un universo donde él  tal vez no pueda jugar todo lo que quiere, pero su madre o su abuela,  tampoco pueden gritarle más de lo posible.
"No hay gritos, el ambiente es controlado, amable, se lo atiende...¿dónde más podría obtener eso?" (palabras más o menos de Silvia).
Esto, a mi entender, expresa que aún cuando un niño es un sujeto sujetado al cuidado de otros, podría, tal vez, elaborar determinadas estrategias, de alguna manera, en una situación de  relativo desamparo y desapego.
Estos cuadros se podrían entender como manifestaciones donde el cuerpo "habla" (este cuerpo no dirá cualquier cosa ni de cualquier manera) y se enferma, como resultado de un particular vínculo: madre-hijo, particularmente problemático.
Se puede estudiar este caso a partir de teorías de  René Spitz acerca de las diferentes etapas de desarrollo objetal que  atraviesa el sujeto desde su nacimiento.
De acuerdo a Spitz, entre el sexto y octavo mes, la diferenciación del niño se hace diacrítica, comienza a diferenciar los rostros.  Siente angustia porque comienza a diferenciar el rostro de la madre del rostro de los demás. Esta angustia, que nace de la certeza de una ausencia,  constituye el segundo organizador (el primero lo fué la sonrisa alrededor del tercer mes) y es el precursor del objeto real.
Este segundo organizador provoca cambios muy importantes en su personalidad, comienza percibir los gestos sociales, los límites entre él y el mundo. Uno de esos límites son las prohibiciones. Diferencia objetos y personas.
Con la iniciación del habla finaliza la etapa de relación objetal que se inicia alrededor del noveno mes y comienza a regir un nuevo organizador: el "No".
Este No constituye el primer objeto abstracto, y constituye a su vez el primer mecanismo de defensa ante el mundo.
El momento evolutivo en el que se encuentra Matías, constituye un momento de transición entre la etapa del segundo organizador: la angustia, y el  tercero, (el no) que  da inicio al comienzo de socialización.  Es decir , Matías,  ya ha comenzado a angustiarse ante ausencia de su madre,  no le resulta indiferente su presencia o su ausencia y probablemente, la  experiencia de esta falta es percibida emotivamente, y al mismo tiempo, comienza a expresarse desde una forma particular de simbolización, en este caso, tal vez, produciendo,   síntomas psicosomáticos.
 En una serie de estudios muy conocidos de Spitz se observó que los niños institucionalizados que habían sido abandonados por sus madres entre el tercer mes y el primer año de vida mostraban una extrema sensibilidad a las infecciones así como un marcado retraso en el desarrollo.
Para Lacan, en esta etapa, para el sujeto,  la imagen en el espejo, es todavía la imagen del otro. Reconoce en el espejo a un otro que sabe que no es él, pero que tampoco es una persona diferente a él.
Vale decir, que de alguna manera esa Imagen es la anticipación de su ser.
Mg. Osmar Barberi en: "EL ESTADIO DEL ESPEJO Y LAS FRACTURAS DE LA UNIDAD IMAGINARIA", en el marco del Congreso Internacional de Investigación de Psicoanálisis y Ciencias Sociales, en Tucumán, Argentina, en octubre del 2006, escribe:
"Postulamos  que  en  el  vuelta  del  niño  hacia  la  persona  que  lo  sostiene  se
constituye lo imaginario en tanto consistencia – ex-istencia, y que es en la falla de tal
constitución en donde los “síntomas”...se  generan. en el sujeto cuando asume una imagen". (1)


En la Revista "El Sigma: El cuerpo del Psicoanálisis: "El Yo ideal - Ideal del Yo", Norma Gentili, escribe:
"Identificarse es identificarse a una propuesta del Otro. Y esa propuesta es un significante, siempre, en los tres órdenes de la identificación.
Esta forma que el niño asume es su Yo Ideal.
Esta primera Identificación será el tronco de las identificaciones secundarias"
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"A través de este Estadio el niño se identifica con la imago del semejante y lo constituye rivalizando consigo mismo. El asume su forma vía la forma de su semejante. Cree ser ese semejante y en muchos momentos tratará a los otros, imaginarios, desde esa tensión agresiva y a sí mismo como al objeto de sus celos. Esto es claro en el transitivismo. Hay una suerte de confusión básica entre el si mismo y el otro. Ya que el otro es la vía por la que se apropia de si mismo, de su deseo aún en pedazos. Siempre estará mediatizado por el deseo del otro y rivalizando con los objetos del deseo del otro o aún con el deseo mismo. Ser lo que el otro desea. Lo que se constituye en el Estadio del Espejo es el Narcisismo Primario."
"En tanto: El ideal del Yo es una introyección simbólica. El Yo ideal es una fuente de proyección imaginaria.
El ideal del Yo es el guía en el plano simbólico y el que determina la posición del sujeto en tanto que deseante respecto del plano de la estructura imaginaria. El objeto de la identificación narcisística no es el de la demanda, el falo; ni el objeto causa de deseo a, sino lo que perdura en un punto de atascamiento de demanda y deseo, que se resuelve cuando el Nombre del Padre deja lugar al deseo". (2)

Mg. Osmar Barberi,  el texto citado,  expone  un caso clínico de un niño llamado Mateo, el cual es llevado  a su consultorio  desde hace varios meses. La derivación es hecha por  el  jardín  de  infantes  al  que  concurre, porque su conducta manifestaría problemas de adapación. Sus padres manifiestan "ya no saber que hacer con él". En esta ponencia, Barberis, desarrolla su caso alrededor del concepto del estadio del espejo de Jacques  Lacan y su incidencia en la formación de las neurosis infantiles.
Desde este marco teórico, e intentando comparar el caso de Mateo con el nuestro, se podría pensar  que Matías, al igual que  Mateo,  ha sido un niño poco mirado por su madre   en  momentos  de  su  primera  infancia.  Pareciera  que su madre,  adolescente, con una atención deficitaria hacia su hijo,  sumado a un entorno familiar poco seguro, "no  ha  podido  sostener  al  niño frente al espejo ni asentir con su mirada la mirada del niño en el giro de su cabeza". (1)
"En la  vuelta  de.... hacia  la  persona  que  lo  sostiene  se constituye lo imaginario en tanto consistencia – ex-istencia, y que es en la falla de tal constitución en donde los “síntomas” del sujeto (Matías) se generan".(1)
Desde este marco y teniendo en cuenta, la teoría del apego  del vínculo madre- hijo,  de  John Bowlby, (psicoanalista inglés, en la  década de 60 define la conducta de apego) este niño poco mirado, poco sostenido, no ha podido desarrollar un apego seguro, no ha tenido la posibilidad de desarrollar un vínculo lo suficientemente seguro, y, de acuerdo a esta teoría,  es probable que desarrolle una personalidad "ansiosa ambivalente", vivenciando las separaciones con mucha angustia, siendo emocionalmente ambivalente, inseguro y excesivamente demandante.

Algunas consideraciones acerca de la importancia del vínculo madre y hijo y su relevancia en el rol de psicopedagogo.
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La relación madre hijo es una estructura dialéctica donde uno de los miembros de la pareja influye y determina el lugar de la otra. Pero esta estructura es una relación asimétrica, en el cual uno de los dos depende absolutamente del otro para su subsistencia y desarrollo.
Según la teoría del apego, este   vínculo  tan particular  madre-hijo, o cuidador-infante,  debe funcionar como un nexo seguro que debe ser capaz de satistacer las necesidades físicas y afectivas del bebé. Este primer encuentro es fundante y constituye el soporte, la estructura para todas las otras relaciones sociales que desarrolle en su vida.
En relación a este tema, Jean Liedloff ,  (antropóloga y autora del "concepto de continuum") convivió durante años, en la década del setenta,  con una comunidad de Venezuela y pudo observar un modelo de crianza de contacto continuo.  (3). Este concepto revela la importancia de lo designa como fase en brazos, y hace hincapié en la necesidad de criar a nuestros hijos de acuerdo a un comportamiento guiado por nuestros "instintos naturales".
De acuerdo a este modelo la crianza debe sostenerse en un contacto físico constante con su  madre, u otro familiar que lo cuide desde el nacimiento.
El rol de psicólogo infantil o del psicopedagogo, en este tema, es poder transmitir la  importancia del vínculo madre- hijo, en el contexto donde se desenvuelve su profesión.  Y,  en este sentido, sería muy importante, poder pensar en la relevancia del contexto económico- político-social, donde suceden estas relaciones, las cuales  generan las condiciones para que una familia pueda, producir,  a su vez, las coordenadas psico sociales necesarias de protección y cuidado de sus hijos. Estas condiciones deberían ser generadas desde políticas de Estado y en este sentido, también el psicopedagogo puede y debería ser un portavoz en favor de la igualdad de oportunidades.
La alternativa que debe ofrecer la sociedad ante la recurrencia de estos casos,  es la generación de un contexto socio económico  capaz de  "sostener" las necesidades de madres  solteras, o de quienes deben asumir la crianza de los niños, y ,  al mismo tiempo, proveer  a los mismos, herramientas conceptuales, en vías de prevención de  posibles y futuras patologías psico-sociales.

Bibliografía utilizada:
(1) http://www.osmarbarberis.com.ar/el-estadio-del-espejo-y-las-fracturas-de-la-unidad-imaginaria.pdf
(2) http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=10004
 (3) http://asociacionsina.org/2009/05/15/entrevista-a-jean-liedloff-antropologa-y-autora-del-concepto-de-continuum/
"Transtornos psicosomáticos en la niñez y la adolescencia". Marta Békei, Colección Psicología Contemporánea, Junio 1984.



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